Diosa Mujer

lunes, 10 de octubre de 2011

Aprender a Sanar una Pérdida

“Aquel que enseña a los hombres a morir les enseña al mismo tiempo a vivir”

Montaigne


Aprender a sanar una pérdida, quizá es una de las tareas más difíciles a las que nos enfrentamos como seres humanos. Es entrar a una espiral que nos atrapa en su centro y no nos suelta hasta que, tenemos la suficiente fortaleza para bajarnos del remolino de sentimientos, tocando humildemente nuestro corazón, aceptando que la vida es, en palabras de Heiddegger, sólo un instante entre la vida y la muerte. Sin embargo, cuando perdemos a alguien, por muerte o separación de un ser querido, o quizá algo, como dinero, trabajo, una casa, etc. , o incluso partes de nosotros, como nuestra juventud, la salud, status, etc. , pensamos que nunca seremos capaces de superarlo. Sentimos que nuestro corazón se ha roto para siempre, y no importa cuanto tiempo haya pasado, seguimos sufriendo como si acabara de suceder.

¿Cómo dejar de sufrir?, ¿Cómo aceptar la pérdida?, ¿Cómo podemos apoyar a alguien a superarla?, estas y muchas otras preguntas nos surgen, y pocas son las respuestas que nos dejan reconfortados. Por lo regular, escuchamos palabras que en lugar de apoyo y ánimo, cómo es su intención, nos dejan desalentados, incluso enojados, pues si nosotros somos los que estamos en la pérdida nos sentimos poco entendidos, no creemos que realmente a alguien le duela más que a nosotros. Y cuando, nos toca “tener que ayudar a alguien más”, no sabemos que hacer, ni que decir, lo que nos deja frustrados e impotentes.

¿Qué podemos hacer realmente?, lo primero que habría que asumir, de acuerdo con los expertos en Tanatología
[1] es que por más que lo deseemos, no podemos escapar de las pérdidas, pues son parte integral del ciclo de la vida. Asimismo, es importante revisar nuestros conceptos y miedos con relación a la muerte (que es la de los otros) y el morir ( que es mí muerte), ya que detrás de cada pérdida, se vislumbra la sombra de la Muerte y nos recuerda lo perenne de la Vida. Es decir, si podemos aceptar que lo único seguro en la vida es, por más cruel que parezca, que vamos a perderla, entonces las demás perdidas, las viviremos, más no las sufriremos.

Sufrir, es resistirse a cerrar un ciclo, es aferrarse a no soltar algo o alguien con la que, por más hermosa que haya sido nuestra historia, se termino. Vivir la pérdida por contraposición, será agradecer el tiempo que tuvimos para estar juntos y dejar que el otro siga su camino y nosotros continuar el nuestro. Es despedirnos de ese alguien o algo para darnos la oportunidad de que llegue alguien o algo nuevo. Es darle la mejor bienvenida posible a los cambios, aunque nosotros no creamos haberlos elegido. De esta manera, aunque nos duela y nos lleve un tiempo de duelo superarla, la pérdida será una oportunidad de aprendizaje y nos dejará renovados en lugar de destruirnos, como pensábamos.

Es importante destacar que si bien sanar una pérdida es posible, debemos tomar en cuenta que es un proceso. La Dra. Kübler Ross, principal representante de la Tanatología, desde los 60´s descubrió que todas las personas que viven una pérdida, pasan por cinco etapas para superar su duelo.

La primera la llama Negación, un tiempo de resistirse a que lo que amamos y nos importa ya no estará más con nosotros. La segunda es la Ira, en dónde el enojo, la rabia y la frustración lo llenan todo, indiscriminadamente estamos desde reclamando y buscando “culpables”, hasta querernos desquitar con la Vida, por ponernos en esta situación. La tercera, es la Negociación, una etapa en la que tratamos de hacer un trato, que no precisamente estamos dispuestos a cumplir, pero que nos permite estar más tranquilos y hacer el último intento por dejar las cosas tal y como estaban, sin cambios ni movimientos. La cuarta, la Depresión Preparatoria, es un estado de profunda tristeza en donde ya no nos queda la menor duda, lo hemos perdido y nada se puede hacer para retenerlo, sin embargo, aunque el dolor es mucho, podemos vivirlo, para como implica el nombre de la fase, prepararnos para cerrar el ciclo. La quinta, es la Aceptación, la cual, es una etapa de paz, de bienestar que no precisamente va a acompañada de la alegría, se asume que hay que despedirse y dejar ir o irse, y que esta bien que así sea, es una etapa sin sobresaltos emocionales, y aunque haya muchos recuerdos, se caracteriza porque no hay exabruptos ni resistencia a la novedad inminente, también llamada incertidumbre.

Aprender a sanar una pérdida personal o apoyar a otro a superar el proceso de pérdida, es enseñarse a pasar por el proceso de duelo concientemente, es en palabras de Laura Perls, poner el “acento en la conciencia...proporcionándose un método que permita sentar las bases indispensables para una adopción creativa que se auto perpetúe, una manera de hacer frente a la experiencia del propio morir y por ende, del propio vivir”
[2]. Disfrutar el presente plenamente, enfrentarse con autenticidad a las experiencias de la vida, incluso las dolorosas, concluyendo sus ciclos, es lo que nos permitirá tomar las pérdidas como parte integral y constructiva de existir.

Para superar una pérdida, abras de estar dispuesto a abrirte al dolor y a dar gracias por lo que todavía tienes, procuraras escucharte a toda hora y ser paciente en tus contradicciones, evita la culpa y el resentimiento, cultivando el perdón. Abre canales de comunicación sin ocultar tus sentimientos, sin miedo a compartir con las personas que están a tu alrededor en etapa de tú vida. Asume que estas en un periodo de transición, por lo que palabras como “fuerza”, “valentía” “ejemplo” y “lucha” no tienen ningún sentido y otras como comprensión, paciencia y amor, deberán estar presentes en todo momento. Tienes el derecho a buscar ayuda, más ten cuidado de no manipular con tú dolor, pues de ser así, correrás el riesgo de que los demás se alejen. Recuerda reír, en este proceso es tan importante como llorar, date tiempo para ambas cosas y permítete no sentirte mal de no sentirte mal.

Y sí eres tú quién estás acompañando, sería recomendable que tuvieras una formación personal y profesional al respecto, ya que no es un proceso fácil,  pero sí tienes que enfrentarlo, primero revisa tus propios conceptos sobre la vida y la muerte, no juzgues, ni des consejos, escucha más y habla menos, no digas que lo sientes si no es así. Cultiva la empatía, la confianza, la fe y la humildad, como dice Kübler Ross, procura respetar el tiempo y ritmo del otro, aunque todos pasamos por las cinco etapas del duelo, no todos las vivimos de la misma forma y su duración es muy diversa, incluso podemos saltarnos algunas etapas y regresar a otras una vez que tocamos la siguiente. Capacítate y aprende, no sólo de tu experiencia y la de otros, lee con tu pensamiento y con tu corazón lo que el otro necesita, y si está en tus manos proporciónalo sin invadir. Instrúyete en cuestiones legales,  médicas, religiosas, etc. que no sepas y que es necesario que des una orientación. No aceptes trabajar una pérdida, si tú no has superado las tuyas o por lo menos reconoces la etapa del proceso en donde te encuentras concientemente, para no mezclar procesos. Respeta todas las pérdidas en la intensidad que la viva la persona que estas acompañando, como ejemplo, quizá para ti no sea lo mismo la muerte de un ser querido que la pérdida de un empleo, pero para la persona que la sufre puede ser que sí. Trabaja en cerrar ciclos, las despedidas, el soltar lazos y el perdón.

Mi sugerencia es que no temas condolerte y conmoverte hasta el hueso, cuídate de no creer ni por un momento que si te dedicas a apoyar a otros en la pérdida, te salvarás de las tuyas. Y sobre todo, prepárate para enfrentar y exorcizar tus propios miedos en relación con la vida y la muerte, pues al final éste es el gran regalo que nos deja acompañar a alguien en este proceso.

En conclusión, hacer frente a la cotidianidad, ante la irreparable perdida de lo que se desea, necesita y ama, será un gran aprendizaje. Concluir ciclos se vuelve imperante para vivir plenamente, por lo que sentirse acompañado en el proceso y tener el privilegio de asistir a alguien, será un gran regalo de la vida. Y aunque puede ser doloroso, al final sí podemos fluir con él, saldremos renovados. Sí soltamos las ataduras que nos deja resistirnos a las inevitables pérdidas, podremos liberarnos y sanar así nuestra existencia.




[1] Tanatología, del vocablo Thanatos muerte y  logos tratado, es la ciencia que se encarga del estudio  de la muerte y el morir, así como del cuidado  y atención de los enfermos terminales y de sus familias, así como de todos los procesos involucrados en la pérdida.
[2] Para más información sobre el pensamiento de Laura Perls, véase. Castanedo, C. Laura Perls, Viviendo en los límites. España: Plaza y Valdes.

lunes, 18 de julio de 2011

Cinco pasos para Sanar a una Mujer Herida


Paso I. Encuentre a la Mujer Herida:
 “…Sinceramente y con compasión voltee y le dije a mi amiga que me acompañaba, ¡pobre mujer, tiene una cara de sufrimiento!, mi amiga volteo preguntando ¿de qué mujer hablas?, de la que está atrás del vidrio, contesté. ¿Estás bromeando verdad?, no, no bromearía con eso. Me miro muy seria, y me dijo, amiga eso no es un vidrio, es un espejo…” Testimonio de Terapia
 Pareciera obvio, pero no es así, las Mujeres Heridas, suelen refugiarse muy bien para no mostrar su herida y así estar a merced de que alguien más vuelva a lastimarlas. Las Mujeres Heridas por lo regular “funcionan” bastante bien hacia el mundo exterior, trabajan, estudian, son madres, amigas, esposas, hijas… y la gran mayoría hasta puede destacarse porque lo hace todo y muy bien. Pero no se vayan a ir con la “finta”, la Mujer Herida lleva un dolor muy grande en su corazón, que la hace desangrarse todos los días y que un buen día, así sin más puede colapsar. En una crisis nerviosa, un ataque de pánico, un arranque de Ira, una depresión profunda o en el desinterés sobre sí misma y la vida.
Los primeros síntomas suelen aparecer en su cuerpo, migrañas, dolores crónicos, problemas en su ciclo menstrual, insomnio o somnolencia, falta de apetito o hambre desmedida, mareos, alergias, etc., que van mermando en menor o mayor medida su posibilidad para disfrutar de las cosas de la vida. Si uno se fija bien observará con facilidad los síntomas más profundos que se manifiestan en su alma; depresión, agotamiento mental y emocional, ansiedad, mal humor, tristeza, incapacidad, dependencia, soledad, celos, sobredemandas… y/o en su espíritu; incredulidad, desconfianza, falta de Fe, agobio, desesperanza, desilusión,  falta de creatividad, aburrimiento… la lista puede ser interminable pero al igual que los síntomas físicos o aunado a ellos, la infelicidad y la obscuridad se instalan  en su corazón y una vez que se “acomodan” ahí , por lo regular, ninguna puede ignorarlos por más que lo intente.
Así es que si te reconoces como una Mujer Herida o conoces a alguna  y crees que ya es tiempo de sanar. Lo primero que hay que hacer es aceptar amorosamente que ves la Herida, que quizá no sabes hace cuanto que está ahí, que tan grande o profunda es,  quien la causo,  su lugar es indeterminado o misterioso, sin embargo, ya no debes ignorar la sangre, está ahí, cada síntoma es una gota que delata su condición. El corazón, el cuerpo,  el alma y puede ser que hasta tu espíritu estén heridos. Mirarse a sí misma y aceptar que quizá no sabemos bien cuál es la Herida, pero sí la sentimos y vivimos, desvelan el secreto y nos permiten asumir con toda la valentía posible: ¡Si estoy Herida!

Paso II. Valide la gravedad de la Herida:
No sabía cuánto me dolía… hasta que me dejo de doler…   Testimonio de Terapia
Sólo la Mujer Herida sabe dónde le duele, simple pero complejo a la ves. Así es que no importa hace cuanto paso, que paso o cómo paso, hay que hablarlo, hay que validar, por muy pequeña que sea la Herida, que tanto duele, desde cuando la traemos, que o quien nos la causo, cómo es que ahora aún duele, cómo la descuidamos, ¿ha crecido o encogido?, cómo le hacemos hoy día para soportarla, que hemos hecho para ocultarla, para que la seguimos trayendo abierta, etc.
Las Mujeres necesitamos hablar, hablar y hablar, sincerarnos, confesarnos y vaciarnos de nuestros “males”, decirnos primero a nosotras mismas y escuchar lo que hemos callado; pero aún es más sanador cuando tenemos un testigo leal y amoroso que nos escuche, lo mismo para consolar nuestras lágrimas que para apoyarnos en nuestra ira. Necesitamos hablar de todo lo que nos aqueja, todo lo que hemos callado por pena, culpa, miedo o vergüenza. Así que lo ideal es que encontremos a una buena “enfermera (o) del alma”, que nos ayude a limpiar la herida, hacerle sus curaciones aunque duelan y poner bálsamos o vendas mientras dura el proceso de sanación, que pueda estar ahí como una escucha empática que nos muestre lo que ve, siente y piensa de lo que decimos sin juicio, ni critica pero si con honestidad y comprensión. Puede ser una amiga (o), hermana(o), esposo, amante, maestra (o), sacerdote, médico, terapeuta o psicoterapeuta, no importa quién sea, lo único realmente importante es la confianza y  que se le dedique el tiempo suficiente a esta labor.
Es de señalar que en éste paso habrá miedo, dolor, angustia, ganas de negarlo todo y volver a “estar bien”, ganas de evadir y olvidar, de hacer “borrón y cuenta nueva”.  Seamos pacientes y amorosos, pero firmes, una vez comenzado el proceso de sanación no se puede dar marcha atrás o lo único que habremos logrado será hacer más profunda la Herida.

Paso III. Drene
…Fluir, fluir para vivir… fluir, fluir para no morir…    Canción Popular
Una vez activado el proceso de sanar, se tendrá que pasar por el doloroso paso de drenar. Una herida que tiene tiempo de no ser atendida suele supurar. Las heridas del corazón y el alma contienen mucha pus: Dolor añejo, rabia, despecho, invalidez, soledad, traición, falta de apoyo, incomprensión, tristeza, anhelos, engaños, culpas, propias y ajenas que la han hacho cada vez más dolorosa. Acompañadas de emociones sin expresar y malos hábitos que no nos dejan sanar.
Sé que al principio hacer algo diferente o nuevo es difícil, pero una vez que se encuentra la forma ya no lo es tanto. Y lo primero a lo que hay que encontrarle forma es a expresar las emociones. El lugar de cada emoción esta en el exterior, drenar es sacarlo todo por más doloroso, feo o maloliente que parezca. No se trata de herir ahora porque a mí me la hicieron o de venganza, pero sí se trata de dejar afuera lo que me carcome por dentro, así es que hay que buscar formas creativas para expresar las emociones sin dañar a otros o perpetuar nuestro daño: Hacer cartas, llorar y llorar (aunque “no solucione nada”), romper papel, pegarle a un cojín, morder una toalla, gritar dónde no me sienta expuesta, abrazar, reír por “tonterías”, disfrutar de pequeños placeres, guardar silencio cuando sea necesario, dibujar, correr, plasmar mi sentir en cualquier forma de arte. En fin, cualquier manera que me permita expresar lo que ha sido necesario decir y dejarlo ir.
Dejar ir todo lo que se siente será lo que toca en éste paso. Algunas mujeres se aferran al dolor porque no conocen otra forma de vida, o lo más triste porque creen que se lo merecen. Es cierto que cuando dejamos ir el pasado, se va una parte de nosotros, pero lo que realmente suele estar detrás de no dejar ir es la tremenda responsabilidad que nos queda. Me explico, cuando nos enfrentamos a una pérdida, termina algo tal y como lo conocemos para comenzar algo que aún no sabemos qué es, lo que suele traernos un estado de incertidumbre, por más auspicioso que sea el futuro, es desconocido y por lo tanto visto así es pasar de un miedo conocido (la Herida del pasado) a un miedo futuro (qué voy a ser y hacer sin mi herida). Suena poco lógico, lo sé, pero recordemos que “el Alma tiene formas que la razón desconoce”.
Fluir es soltarnos al presente, abrazando fuertemente la vida del ahora, lo que paso nos paso, pero ya pasó. El hoy, nos lleva a darnos cuenta de ¿cómo lo sigo viviendo?, ¿cómo lo recreo?, ¿cómo me sigo hiriendo?, ¿cómo sigo permitiendo que me hieran? Quizá en el pasado no supe, no pude, no quise, no tuve opción,  no lo intente o ni siquiera sabía cómo no herirme o que me hirieran. Pero hoy puedo hacerme responsable, esto es amarme lo suficiente para tomar fortaleza interna para no seguir hiriéndome ni permitir que me hieran. Ya puedo hacerme cargo de mi y de mi autocuidado, esto es; si no sé averiguo, si no puedo busco quién sí o por lo menos lo intento,  puedo evaluar y tomar decisiones y si aún no, busco quién me ayude a ver mi conveniencia , tengo más opciones y herramientas que en el pasado y si no, las busco, las aprendo, las tomo prestadas, las creo o las invento, ya no hay forma, por mucho que estemos acompañadas y protegidas por personas que nos quieran, la vida se vive en solo y sólo nos pertenece a nosotras, nadie más puede ni tiene porque hacerse cargo.

Paso IV: Zurza
Zurcir se refiere a coser lo que se ha roto o rasgado juntando los pedazos.
Lo que toca ahora es aprender a zurcir, por que como bien reza la sabiduría popular, no es igual a coser, las mujeres saben que cuando uno zurce algo, siempre queda una huella que muestra la diferencia entre el antes y el ahora.
Tendremos que comenzar la labor, como decían las abuelas, lo antes posible. Habrá que juntar nuestros pedazos, los que ahora sabemos nuestro, lo auténtico que fue desgarrado y que queda después de hablar, fluir y drenar. Ahora quizá tengamos que cortar un poco más para darle forma a lo que se ha roto, habrá que tomar retazos de otras telas o adquirir nuevas que se le parezcan mucho, pero que sean nuevas y de calidad, hilo resistente y aguja.
Por poner un ejemplo, tomemos la tela que queremos zurcir -ya puedes reconocer a la mujer alegre, innovadora y comprometida que hay en ti-, cortamos lo que sigue dañando o simplemente ya sobra -tienes el mal hábito de ser demasiado indulgente contigo misma y no puedes ser constante con lo que deseas hacer-, para ello primero tomamos tela nueva que le convine es decir un nuevo hábito que te ayude a sanar o que te traiga una buena medicina para tu corazón -cantar para expresar tu alegría, meditar y/o caminar todos los días para activar tu energía y romper la indulgencia, dedicarle una hora a hacer arte una vez a la semana para cultivar tu parte innovadora- Una vez con estos materiales, hay que tomar la aguja de la creatividad y el hilo de la disciplina (constancia y orden) y simplemente  comenzar  ¡no se puede aprender a nadar desde la orilla de la alberca!
Así es que hazlo, agrega un pedacito de tela nueva, crea y en poco tiempo tendrás un gran tapiz de vida nueva, divertida y emocionante, que te permitirá sentirte nueva y orgullosa de portar con dignidad sus costuras.

Paso V: Ingrese al “Clan de la Cicatriz”
Algunas mujeres esperan que algo cambie y como nada lo hace, cambian ellas.      André Lorde
Cuando comenzamos el camino de la sanación, nos sentimos profundamente perdidas y solas.  Sin embargo, cuando lo recorremos, nos damos cuenta de que nunca estuvimos solas y ciertamente nunca nos perdimos. El laberinto nos enredó, pero el mapa siempre estuvo en nuestro interior. La intuición, el coraje, la entrega y el instinto de sobrevivencia que en un principio nos ayudaron a esconder la vulnerabilidad de la Herida, nos conducen a su sanación y al vivir una vida plena. Disfrutable y sobre todo compartida.  Me atrevería a decir que en una sociedad y un mundo dónde lo femenino ha sido tan herido, son muy pocas las mujeres que no llevan ninguna cicatriz en su corazón. Somos más las que sobrevivimos a más de una herida y afortunadas las que logramos portar nuestras cicatrices y dar testimonio de que vale la pena emprender el camino de sanar. Si nos damos cuenta, nunca estamos solas, pertenecemos como lo dice Clarissa Pinkola (otra Mujer Herida y ahora sanada que escribe maravillas que sanan) al Clan de la Cicatriz.  No importa que religión, condición social, educación, edad, imagen física, cultura o familia tengamos, TODAS pertenecemos a éste clan, debemos recordar que nuestras cicatrices nos hermanan, nos solidarizan y nos comprometen a alentar a otras hermanas que aún no se dan cuenta que están Heridas o están en el camino de sanar, o a hombres que llevan una Mujer Herida en su interior, o a la sociedad misma que hiere a sus mujeres o a la Madre Tierra,  a que busquen la medicina que les permitirá sanar para ingresar a éste clan, en donde TODAS somos UNA.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Esto también pasará

En un extenso país, mucho más allá del mar, vivía antaño un poderoso rey. Durante su largo reinado el país, antes empobrecido se convirtió en un floreciente reino.
En las calles de las aldeas y ciudades se desenvolvía una actitud viva. Personas  satisfechas y sanas se dedicaban a su trabajo y disfrutaban de la vida. Las ciudades y casa emanaban seguridad y sus opulentos jardines estaban llenos de frutas y de grandes árboles, en cuya sombra la gente descansaba y celebraba sus fiestas.
Y así sucedió que el rey era venerado cada vez más como gran soberano y guía sabio. Sin embargo, el monarca estaba cada vez más insatisfecho. Lleno de impaciencia cumplía con sus deberes y a menudo divagaba en sus pensamientos o se perdía en el laberinto de sus sentimientos.
Oscilaba continuamente entre la alegre actividad y la desesperada preocupación por el futuro, sin poder descubrir el motivo que desencadenaban estas sensaciones. Todo su poder no pudo evitar que estuviera desvalido en manos de sus caprichosos sentimientos. Empezó  a sentir temor a las enfermedades y a la soledad, y los sentimientos sobre la muerte no le dejaban dormir ni una noche. Si bien algunos días se sentía feliz cumpliendo su obligación, no pasaba mucho tiempo hasta que sus sentimientos se tornaron grises. No tenía control sobre ellos. Finalmente, consultó con los hombres y mujeres más sabios de su país.
“Oíd”, les dijo, “busco un medicamento que me recuerde la alegría de vivir cuando me encuentro triste y veo el mundo sin brillo ni música. Pero a la vez debe tener el efecto de recordarme la vanidad y la muerte cuando la vida sea más bonita que nunca. No quiero seguir siendo el juguete de mis sentimientos. Encontrad la llave que me haga sosegado y tranquilo”.
Los sabios eran filósofos, jueces, sanadores y monjes. Buscaron durante varios días y noches pero no encontraron ningún remedio, medicamento o sabiduría para satisfacer los deseos del rey.
Finalmente mandaron un mensajero a las montañas en busca de un ermitaño santo ¿Quién, si no él, podía seguramente encontrar una solución? Pocos días después, el mensajero volvió. Le entregó al rey un modesto  y sencillo anillo, adornado con una piedra de cristal en el centro. El mensajero repitió una a una las palabras que el santo ermitaño le había mandado a decir al rey:
“Debajo de esta piedra de cristal está escondida la respuesta. Pero resiste la tentación de quererla leer ahora. Sólo debes mirar debajo de la piedra cuando todo te parezca estar perdido y tú ya no encuentres  salida alguna. Solamente cuando tu desconcierto sea total y tu dolor y desesperación insoportables, cuando tú mismo estés completamente desamparado, entonces abre el anillo. Sólo entonces y en ese momento comprenderás”
Y aunque todo el mundo se extrañó, el rey se conformó con esto y cumplió las instrucciones del ermitaño, a pesar de su curiosidad y de que se sentía a menudo desesperado.
A veces creía que había llegado la hora que cumplía las condiciones. Pero siempre encontró de alguna forma otra salida.
Un buen día estalló abiertamente un conflicto pendiente desde hacia tiempo con un país vecino muy poderoso. El ataque fue tan inesperado, que cualquier defensa parecía inútil; por esto, el rey huyó con su familia sin poder llevarse nada de su riqueza.
A partir de entonces se convirtieron en fugitivos. Muchas veces llegaban a situaciones difíciles y muchas, muchas veces el rey creyó que se cumplían las condiciones para poder mirar debajo de la piedra en su dedo. Pero nunca lo hizo.
Las fatigas de la fuga lo obligaron a dejar atrás a la familia. Hambre y enfermedades fueron sus acompañantes perennes y le arrebataron a la mayoría de sus soldados. La situación se volvía cada vez más desesperada. Se arrastraban penosamente cuando de repente escucharon los gritos triunfales de sus enemigos, directamente detrás de ellos. Con sus últimas fuerzas, el rey escaló un despeñadero y se adentró en una garganta estrecha. Casi le parecía sentir el aliento de sus enemigos en su nuca. Su temor se hizo insoportable. Y entonces llegó inesperadamente al borde de un abismo profundo. Tenía una profundidad inimaginable, a la derecha e izquierda rocas empinadas y detrás el enemigo. Ahora había llegado el momento. Esto era el final; ya no tenía absolutamente ninguna opción. Desesperado, abrió el anillo y leyó:
“¡ESTO TAMBIÉN PASARÁ!”
Apenas había leído el mensaje, se tranquilizó inmediatamente. Miró a su entorno con atención y descubrió una grieta estrecha en la roca. Con gran esfuerzo se escondió dentro de la grieta. No había tiempo para más, porque los enemigos se precipitaban al lugar donde había estado. Al ver las paredes empinadas y el precipicio creyeron que el rey se había lanzado al abismo y que estaba definitivamente vencido y muerto. Gritando salvajemente de alegría se alejaron galopando.
El rey, sin embargo, se puso en marcha para reunir a su desbaratado ejército, esparcido a los cuatro vientos, y a sus partidarios.
Y la suerte le sonrió. En un ataque nocturno imprevisto reconquistó su país y volvió a instalarse en palacio, con gran júbilo de su pueblo.
La gente celebró su retorno con alborozo. Por las calles se desplazaba la multitud bailando y agitando banderas. Cantaban himnos lanzaron fuegos artificiales maravillosos en honor de su amado rey.
Loco de contento, el rey observó los festejos de su pueblo. Su corazón parecía casi partirse de felicidad y alegría. Y entonces su vista se fijó en el anillo.
“¡También esto pasará!”, pensó. Y enseguida sintió que le invadía un gran sosiego. Mientras su mirada erraba por las lejanas montañas apareció en su rostro una sonrisa pensativa…
Muchas veces no nos damos cuenta que aceptar el mensaje de éste sencillo cuento hindú, es lo único que nos permitirá ser realmente felices y disfrutar plenamente. Todo cambia y se transforma, nada permanece para siempre. Lo único que existe es el presente. Ese efímero momento del ahora.
Sí el frío arrecia, pensamos que nunca llegará el sol, nos desesperamos y sufrimos por nuestro infortunio y mala suerte de no tener con que cubrirnos; sin embargo, cuando finalmente llega el sol con todo su calor, nos regodeamos en él y en la suerte que tenemos de que nada nos cubra y nos quite su brillo; pero, en un rato, estamos tan abrumados con el calor que nos quejamos de nuestro infortunio de no tener una sombra fresca; hasta que vuelve a llegar el frío.
Cuando somos infelices, somos infelices y cuando somos felices, somos felices no podemos hacer nada al respecto, más que vivir al máximo el tiempo que dure en ésta dimensión. Todas las situaciones, las emociones, las ideas, las personas y hasta las culturas, nada es perenne. Sólo el cambio. 
Todo forma parte de un proceso, un engranaje perfecto de elementos que se transforman, se entrelazan mutuamente y reaccionan entre sí dentro de un caleidoscopio de posibilidades. Y que aunque en éste plano todos estemos sujetos a la rueda sin fin de la vida- muerte-renacimiento, el amor con que podamos disfrutar de todo lo que nos sucede, permite que valga la pena seguir en ella… al fin que ¡Ésta, también pasará!

miércoles, 23 de marzo de 2011

Acostarse con la Mujer Celestial


Un antiguo cuento africano reza así: Hace muchos años un padre le advirtió a su hijo que una noche vendría la Mujer Celestial a quererse acostar a su lado, esa mujer será bellísima y tendrá un poder de seducción tal que será casi imposible resistirla, dijo el padre, pero deberás negarte, por que de no hacerlo  morirás.

Al pasar el tiempo e ir creciendo el joven, el padre se preocupaba más por la posible llegada de la Mujer Celestial y de la fortaleza de su hijo para resistirse a su encanto. Una noche en ausencia de sus padres llegó la Mujer Celestial, le pidió al joven que la dejará acostarse a su lado y a pesar de todas las advertencias, el joven la acepto. Cuando llegaron sus padres, aterrorizados lo descubrieron muerto.

El padre agobiado fue a ver al médico brujo, el cual encendió una hoguera y echó una lagartija al fuego, diciendo que le devolvería la vida al joven, si había alguna persona que lo amara tanto como para entrar a la hoguera y traerle la lagartija. La Mujer Celestial lo intentó, pero dudo, pues el fuego era atronador y fracaso. Lo intentó su Madre, pero dudo ya que el fuego quemaba mucho, y fracaso, sin embargo una joven mujer del pueblo que amaba en secreto al joven, entro sin dudarlo y trajo al animal consigo devolviéndole la vida.

Este cuento, como todos los cuentos encierra una gran enseñanza para los hombres de la actualidad. De acuerdo con Robert. A. Johnson*, terapeuta junguiano, escritor del libro en cuyo nombre baso este artículo, habla de que los hombres se encuentran tentados por el arquetipo (huella psíquica y cultural que se imprime en cada uno de nosotros desde el nacimiento) de la Mujer Celestial, es decir, querer encontrar la mujer ideal que desea tener: Bella, seductora, sexuada, que se entregue sólo a él, que lo admire, atienda, ame, etc. Pero cuando por fin llega, el precio que tendrá que pagar por estar con ella será la muerte psicológica de su deseo.

Me explico. En la vida cotidiana, un hombre real, busca desesperadamente a una mujer ideal y lo que obtiene por ello, son espejismos que lo llevan a la muerte psíquica, que es de lo que estamos hablando, ya que cuando un ideal se vuelve real una parte de él se disuelve, se pierde en una búsqueda infructuosa y frustrante.

La Mujer Celestial, no es otra cosa que la proyección que el hombre hace de su anima (parte femenina que tienen todos los hombres) en la mujer que tiene enfrente. La Mujer deseada será una mezcla entre su Madre que lo cuida y acepta incondicionalmente, su Hermana que le acompaña, su Amante que lo seduce y lo deseará sexualmente, su Esposa que lo seguirá toda la vida, su Hija que le necesita como protector, su Amiga que es su cómplice, la Vieja Sabia que lo aconseja y su Musa inspiradora. Anhela que una sola Mujer integre todo lo que en su ideal “debe ser” para permanecer a su lado, sin embargo solo es momentáneo porque dicha mujer no existe.

Los hombres pueden guiarse por las figuras reales que ocupan estos lugares en sus vidas, es decir, buscan y proyectan a su madre real, a su hermana real, a su amante real, etc., en la mujer que desean sea su pareja. Buscan un híbrido entre lo que ambicionan, lo que han tenido en experiencias pasadas y lo que desearían evitar de las mujeres con las que han convivido en su vida. Examinan a cuanta mujer conocen, para compararla, y si sale bien evaluada, la eligen. Sin embargo, por lo general, aunque salga favorecida, pues es más sexy que su amante anterior; sea suficiente, tan buena escucha como su mejor amiga; o aunque se “acerque”, cocina casi también como su mamá, nunca será la que él ha idealizado. La mujer que es en realidad queda escondida, y cuando por fin la descubre, ve con desilusión que dista mucho de ser lo que él anhelaba, entonces el hombre “cae muerto”, porque esa mujer que tiene no es la que quiere y la que quiere no la tiene. Se frustra, decepciona, enoja, deprime, o llega a la indiferencia, violencia, desamor, etc., hasta que termina la relación. Creyendo que simplemente se equivocó, la mujer lo engaño y traicionó, y lo que debe hacer ahora, es esperar a que llegue la Mujer Celestial. Después de un tiempo, vuelve al ciclo, búsqueda, encuentro, desilusión.

Pero hay esperanza, el cuento nos da dos formas en las que un hombre puede salvarse. La primera nos dice, existe una mujer que lo ama y será capaz de entrar al fuego a salvarlo. Lo que significa es que cada hombre deberá encontrar a una mujer de carne y hueso,  que lo ame tanto que lo vea tal y como es, y aún así lo eme.  Quizá esta mujer al principio se parezca un poco a la ideal, pero con el tiempo tendrá que mostrarse decidida a ser quien es, auténtica y completa en sí misma, con toda su luz y sus sombras. Ésta “simple” mujer tendrá que tener la fortaleza de espíritu para revelarse sin máscara de “Celestial”, de Madre, o de cualquier arquetipo.  La salvación del hombre consistirá en aceptarla, valorarla y amarla, y así, amarse a través de ella. Sólo hay una advertencia, sí la encuentra, podrá en algún momento perderla y con ello sentirse nuevamente incompleto.

La segunda forma es la única que le permitirá al varón sentirse integrado. Y el cuento hace énfasis en ello. Será una mujer que lo ama en secreto. Es decir, la que vive secretamente dentro de él, su propia energía femenina. Tendrá que encontrar como amarse a él mismo, desarrollar su propia anima es decir cultivar su aspecto femenino: hacerse cargo de conocer, aceptar y expresar asertiva mente sus emociones; deberá cuidarse, protegerse, nutrirse física, psicológica y mentalmente; será su propio cómplice y compañero; desarrollará su espiritualidad para hundirse en sus propias sombras y salir renovado;  buscará consejo en su voz interior e inspirará su propia creatividad. Aceptando que las mujeres reales que lo acompañan son su madre, su hermana, su hija, amiga, pareja, amante, esposa, consejera o musa, pero ninguna es la celestial. Solo Él puede amarse tanto como para transformarse a sí mismo, y así, salvarse.

Hoy invito a que nuestro rezo sea por los hombres, para que encuentren a la mujer del pueblo que los ame externa e internamente, que puedan traer la lagartija del fuego, es decir la fuerza del espíritu que hace falta a su corazón para ser seres humanos completos.




*Johnson, Robert. A. (1997). Acostarse con la Mujer Celestial. España: Ediciones Obelisco.

miércoles, 9 de marzo de 2011

El Poder de lo Femenino



"Reloj de campana tócame las horas, para que despierten, las Mujeres, Todas;
Porque si despiertan, todas las Mujeres, irán recobrando sus grandes poderes.
Templo de la Diosa, ábrete deprisa,  para que despierten  las Sacerdotisas;
Porque si despiertan, todas las Mujeres, irán recobrando sus grandes poderes…"
Canto de Sanación a la Mujer

En la actualidad se habla de un movimiento psicológico, espiritual y sociocultural que consiste en recuperar el poder de lo femenino. Al que se le llama Empoderamiento de la Mujer.  Para ello se le ha tratado de compensar a la mujer por todos los daños, sufrimientos y vejaciones a su femineidad que se han venido sucintado a lo largo de toda la historia. Sin embargo, no ha sido posible tal compensación. Por desgracia cada día nos enteramos de miles de mujeres que vuelven a ser dañadas, incluso en ocasiones son ellas mismas las que se perjudican quejándose e incluso odiando el haber nacido en éste género.
El empoderamiento, consiste en como canta el rezó del inicio, en que despertemos Todas las Mujeres. Qué recuperemos nuestro Poder: Lo Femenino Sagrado. Sí bien lo femenino no es exclusivo de las mujeres, los varones también lo poseen, las primeras tenemos la oportunidad de desarrollar todo el potencial de la energía femenina porque ya de nacimiento la poseemos y por eso me dirijo a ellas.
La energía femenina tiene una misión muy específica para la humanidad. La cuál consiste en algo tan simple y tan complejo como el establecer relaciones. Y éste es el auténtico, profundo y misterioso poder de lo femenino y el compromiso que como género adquirimos las mujeres.
En mitología se dice que donde está el don está el tabú. El Don maravilloso de ser capaces de ser receptoras de una semilla de relación, poderla nutrir, verla nacer, cultivarla y llevarla a buen término, es un privilegio y un placer, en todas las formas en que podamos relacionarnos. Lo mismo con una persona, ser sintiente, situación o cosa. Tenemos el poder de entregarnos por completo y recibir como regalo el amor. Qué a su vez se nos regresa multiplicado, nos alimenta y da fuerza para continuar.
El Tabú, ha estado en que entrar a la relación nos vulnera. Cuando nos abrimos a la relación, puede entrar todo, damos la oportunidad de que nos dañen, se despierta en nosotros el miedo, y éste mata al amor. Nuestro corazón se llena de inseguridad, desconfianza, apatía, tristeza, enojo, étc. O a veces, nos confundimos y pensamos que estamos haciendo la relación, “luchando” contra todos y todo, la trampa está en que lo hacemos a pesar de nosotros, creemos que lo damos Todo, sin límites, y sin darnos cuenta, no nos respetamos, no decidimos, no participamos, nos fundimos, dejamos de lado la dignidad, usurpamos el poder de lo masculino, nos perdemos, dependemos y acabamos por culpar y destruir a la seudo- relación. Sin darnos cuenta del engaño terrible, nosotras mismas nos volvemos la víctima. Ya que cabe aclarar que no existe relación sin equilibrio entre dar y recibir, sin límites sanos que respeten nuestra individualidad y dignidad, sin participación mutua que permita la cocreación, sin amor a la libertad de estar unidos.
Las Mujeres, sabemos que para sobrevivir, nos hemos cerrado y rechazado el compromiso de la relación. Nos hemos tratado de igualar a los hombres en el profundo miedo a ser “vulnerables” y creyendo que ellos son los “fuertes”. Los varones, han tratado de matar lo femenino en ellos también. Dañando entre ambos, de manera profunda al Poder Femenino, y con ello todas nuestras relaciones. No es raro que veamos entonces crecer la violencia, la soledad, el desarraigo con la tierra, el maltrato a los seres sintientes y el desinterés por las situaciones y cosas de la humanidad en pro del “éxito” individual o la guerra por poseer.
¡Reloj de campana, tócame las horas, para que despierten las Mujeres, Todas ¡
Ya es tiempo de despertar, cada hora es una oportunidad de recuperar lo olvidado. Nunca lo hemos perdido, sólo que hemos tenido miedo de asumir el compromiso. Temor de aceptar nuestra responsabilidad, de lo que implica portar la marca de la Diosa en nuestro cuerpo: Un Útero, un Templo para Pro - Crear.  Y  hacer uso de nuestros poderes: la percepción, la intuición, el respeto por la vida y por la muerte, el ser sensibles y amorosas, la empatía, la confianza, el conocimiento de los ciclos de la naturaleza, la comprensión, la comunicación y la compasión  entre muchos otros.
¡Templo de la Diosa, ábrete de prisa, para que despierten las Sacerdotisas!
El poder femenino es sagrado, es decir, tiene un significado profundo para cada Mujer. Y sólo puede hacer un buen uso de él la que se asume Sacerdotisa, de su propio Templo: Su cuerpo, aceptarlo, amarlo, procurarlo y embellecerlo es la tarea de todos los días, sólo así lo prepara para recibir y honrar a la Diosa que vive en ella, no importando en cuál de sus rostros se manifieste. La Madre que nutre y cría; la Doncella virgen amorosa y guerrera con fortaleza de espíritu y/o la Anciana, que es al mismo tiempo bruja maligna y sabia bondadosa.
Cuándo reconocemos a la Diosa que nos habita, no podemos temer. Ella nos da la fuerza y protección, nos indica el camino y nos provee del amor necesario para sanarnos, amarnos y relacionarnos.
¡Porque sí despiertan Todas las Mujeres, irán recobrando sus grandes Poderes!
Al tomar el gran Poder de lo Femenino, las Mujeres, aceptamos la responsabilidad de unir a la humanidad.  Empoderarnos, es asumir el compromiso de la relación y su misión: la unidad con todos los Seres. Conocer y hacer uso de nuestros poderes, nos dignifica y equilibra, nos concede equidad para abrirnos a crear y criar las relaciones,  y nos da la fortaleza para que se manifieste en nosotros y a través de nosotros, el amor y la comunión, honrando el legado de todas nuestras Ancestras en el mundo.
Mujer por eso hoy, canta conmigo ¡Reloj de campana…!

domingo, 27 de febrero de 2011

La Voz de la Diosa que hay dentro de Ti

“Dentro de toda mujer, incluso de la más reprimida, alienta una vida secreta, una fuerza poderosa llena de sabiduría eterna, de buenos instintos, creativa y apasionada”
Clarissa Pinkola Estés
No es novedad decir que en la actualidad, la mujer se enfrenta a una serie de tareas que le demandan ser tan “exitosa” en la casa como en la oficina, tan “buena” madre como amante. Por generaciones, las mujeres hemos tenido que enfrentarnos a la vida tratándole de mostrar a todos, e incluso a nosotras mismas, que podemos ser “todologas” de calidad, sacrificando muchas veces lo que necesitamos y queremos en nombre de lo que debemos ser.

Las mujeres, hemos luchado como género por la igualdad con los hombres, sin darnos cuenta que por lo que luchamos fue por convertirnos en hombres, no en que se respetara lo femenino. La idea de lo femenino se ha ido desgastando en patrones de conducta y pensamiento, en una competitividad y fuerza desde lo masculino.

La feminidad se va desangrando a raudales al considerar que la mujer que se queda en casa al cuidado de sus hijos y “no trabaja” no hace nada, que aquella mujer que se atreve a decir que no quiere tener hijos es mala, que las chicas de hoy tienen que sepultar su deseo de ser protegidas y cuidadas, quizá hasta mantenidas, pues esta prohibido no desear “superarse”, etc. A lo largo de los años, no nos hemos dado cuenta que una mujer saca fuerzas de su amor, que las decisiones que no toma desde el corazón, no valen la pena de seguirse, que el cuidado y la protección comienzas desde el amor a una misma y la compasión por los que nos rodean. Nos hemos dedicado a competir con los hombres, sin saber ya ni los unos ni los otros, cuál es nuestro papel y nuestra responsabilidad por ser cocreadores en este mundo.

Por siglos hemos cayado la voz interior que nos dice que es ser mujer y dar gracias por ello. En el correr y correr del día a día, hemos dejado de escucharnos,  dejando que nuestra mente y corazón se llenen de ruido externo, de demandas y exigencias que muchas veces no podemos cumplir, y otras, las llevamos a cabo a costa de nuestro bienestar. A esa voz interna se le conoce como intuición y en la antigüedad se le reconocía como la Voz de la Diosa que está dentro de Ti.

En la antigüedad, las personas aprendían cuál era su rol en el mundo a través de los mitos, que más allá de ser una historia inventada, son preceptos de  vida, enseñanzas de nuestra conciencia colectiva, que desgraciadamente nuestro orgullo prefiere ignorar, como si fuera algo que en la actualidad ya no tienen nada que ver con nosotros, pero en nuestro inconsciente, habita un deseo y anhelo de recobrarlo, porque está seguro que cada leyenda guarda las enseñanzas de todas las mujeres y hombres sabios de la humanidad.

Recrear el mito es traer a nuestra vida una guía probada para estos tiempos en los que nos sentimos perdidas. Los mitos nos dicen que antes, existían Dioses y Diosas que con sus errores y virtudes habían creado al mundo, intervenían en los designios de sus hijos (los seres humanos) y aunque no podían morir, a veces eran castigados. Se parecían tanto a los hombres y mujeres, que en sus vidas podemos, incluso hoy, identificarnos con ellos, tener un asesor de cabecera que nos oriente a ver que pasa más allá sí seguimos por el mismo camino y que nos sugieren para tener una vida más plena.

La invitación está abierta, no importa que nombre le demos: Yin, María, Gaia, Isis, Sofía, Tonantzin, Tara… desde que mito la honremos o el ritual que le ofrezcamos. La Diosa está presente en el ser de cada mujer y cada hombre, sólo hay que poner atención y escucharla porque Ella habla en todas las lenguas y de todas las formas. Porque conoce el lenguaje del corazón.

Siéntate en círculo, honra a las personas que están y comparten contigo, elige de qué Diosa quieres hablar, permítete conocer su historia, su Mito, y deja que la intuición hable por ti. Escucha la voz de la Diosas antiguas y despierta la sabiduría que por siglos las mujeres hemos compartido y al final te aseguro que sentirás que es como estar frente a ti misma y ofrecerle un bálsamo a tú ajetreado corazón compartiendo con la persona que más te conoce y quiere. Entrégate al camino que Ella te guía y actúa conforme al principio femenino y ayúdanos a cumplir con el designio que como mujeres tenemos como género: Promulgar la paz, acompañar, consolar y dar amor, reafirmando a cada paso nuestro compromiso con la vida.