Diosa Mujer

lunes, 18 de julio de 2011

Cinco pasos para Sanar a una Mujer Herida


Paso I. Encuentre a la Mujer Herida:
 “…Sinceramente y con compasión voltee y le dije a mi amiga que me acompañaba, ¡pobre mujer, tiene una cara de sufrimiento!, mi amiga volteo preguntando ¿de qué mujer hablas?, de la que está atrás del vidrio, contesté. ¿Estás bromeando verdad?, no, no bromearía con eso. Me miro muy seria, y me dijo, amiga eso no es un vidrio, es un espejo…” Testimonio de Terapia
 Pareciera obvio, pero no es así, las Mujeres Heridas, suelen refugiarse muy bien para no mostrar su herida y así estar a merced de que alguien más vuelva a lastimarlas. Las Mujeres Heridas por lo regular “funcionan” bastante bien hacia el mundo exterior, trabajan, estudian, son madres, amigas, esposas, hijas… y la gran mayoría hasta puede destacarse porque lo hace todo y muy bien. Pero no se vayan a ir con la “finta”, la Mujer Herida lleva un dolor muy grande en su corazón, que la hace desangrarse todos los días y que un buen día, así sin más puede colapsar. En una crisis nerviosa, un ataque de pánico, un arranque de Ira, una depresión profunda o en el desinterés sobre sí misma y la vida.
Los primeros síntomas suelen aparecer en su cuerpo, migrañas, dolores crónicos, problemas en su ciclo menstrual, insomnio o somnolencia, falta de apetito o hambre desmedida, mareos, alergias, etc., que van mermando en menor o mayor medida su posibilidad para disfrutar de las cosas de la vida. Si uno se fija bien observará con facilidad los síntomas más profundos que se manifiestan en su alma; depresión, agotamiento mental y emocional, ansiedad, mal humor, tristeza, incapacidad, dependencia, soledad, celos, sobredemandas… y/o en su espíritu; incredulidad, desconfianza, falta de Fe, agobio, desesperanza, desilusión,  falta de creatividad, aburrimiento… la lista puede ser interminable pero al igual que los síntomas físicos o aunado a ellos, la infelicidad y la obscuridad se instalan  en su corazón y una vez que se “acomodan” ahí , por lo regular, ninguna puede ignorarlos por más que lo intente.
Así es que si te reconoces como una Mujer Herida o conoces a alguna  y crees que ya es tiempo de sanar. Lo primero que hay que hacer es aceptar amorosamente que ves la Herida, que quizá no sabes hace cuanto que está ahí, que tan grande o profunda es,  quien la causo,  su lugar es indeterminado o misterioso, sin embargo, ya no debes ignorar la sangre, está ahí, cada síntoma es una gota que delata su condición. El corazón, el cuerpo,  el alma y puede ser que hasta tu espíritu estén heridos. Mirarse a sí misma y aceptar que quizá no sabemos bien cuál es la Herida, pero sí la sentimos y vivimos, desvelan el secreto y nos permiten asumir con toda la valentía posible: ¡Si estoy Herida!

Paso II. Valide la gravedad de la Herida:
No sabía cuánto me dolía… hasta que me dejo de doler…   Testimonio de Terapia
Sólo la Mujer Herida sabe dónde le duele, simple pero complejo a la ves. Así es que no importa hace cuanto paso, que paso o cómo paso, hay que hablarlo, hay que validar, por muy pequeña que sea la Herida, que tanto duele, desde cuando la traemos, que o quien nos la causo, cómo es que ahora aún duele, cómo la descuidamos, ¿ha crecido o encogido?, cómo le hacemos hoy día para soportarla, que hemos hecho para ocultarla, para que la seguimos trayendo abierta, etc.
Las Mujeres necesitamos hablar, hablar y hablar, sincerarnos, confesarnos y vaciarnos de nuestros “males”, decirnos primero a nosotras mismas y escuchar lo que hemos callado; pero aún es más sanador cuando tenemos un testigo leal y amoroso que nos escuche, lo mismo para consolar nuestras lágrimas que para apoyarnos en nuestra ira. Necesitamos hablar de todo lo que nos aqueja, todo lo que hemos callado por pena, culpa, miedo o vergüenza. Así que lo ideal es que encontremos a una buena “enfermera (o) del alma”, que nos ayude a limpiar la herida, hacerle sus curaciones aunque duelan y poner bálsamos o vendas mientras dura el proceso de sanación, que pueda estar ahí como una escucha empática que nos muestre lo que ve, siente y piensa de lo que decimos sin juicio, ni critica pero si con honestidad y comprensión. Puede ser una amiga (o), hermana(o), esposo, amante, maestra (o), sacerdote, médico, terapeuta o psicoterapeuta, no importa quién sea, lo único realmente importante es la confianza y  que se le dedique el tiempo suficiente a esta labor.
Es de señalar que en éste paso habrá miedo, dolor, angustia, ganas de negarlo todo y volver a “estar bien”, ganas de evadir y olvidar, de hacer “borrón y cuenta nueva”.  Seamos pacientes y amorosos, pero firmes, una vez comenzado el proceso de sanación no se puede dar marcha atrás o lo único que habremos logrado será hacer más profunda la Herida.

Paso III. Drene
…Fluir, fluir para vivir… fluir, fluir para no morir…    Canción Popular
Una vez activado el proceso de sanar, se tendrá que pasar por el doloroso paso de drenar. Una herida que tiene tiempo de no ser atendida suele supurar. Las heridas del corazón y el alma contienen mucha pus: Dolor añejo, rabia, despecho, invalidez, soledad, traición, falta de apoyo, incomprensión, tristeza, anhelos, engaños, culpas, propias y ajenas que la han hacho cada vez más dolorosa. Acompañadas de emociones sin expresar y malos hábitos que no nos dejan sanar.
Sé que al principio hacer algo diferente o nuevo es difícil, pero una vez que se encuentra la forma ya no lo es tanto. Y lo primero a lo que hay que encontrarle forma es a expresar las emociones. El lugar de cada emoción esta en el exterior, drenar es sacarlo todo por más doloroso, feo o maloliente que parezca. No se trata de herir ahora porque a mí me la hicieron o de venganza, pero sí se trata de dejar afuera lo que me carcome por dentro, así es que hay que buscar formas creativas para expresar las emociones sin dañar a otros o perpetuar nuestro daño: Hacer cartas, llorar y llorar (aunque “no solucione nada”), romper papel, pegarle a un cojín, morder una toalla, gritar dónde no me sienta expuesta, abrazar, reír por “tonterías”, disfrutar de pequeños placeres, guardar silencio cuando sea necesario, dibujar, correr, plasmar mi sentir en cualquier forma de arte. En fin, cualquier manera que me permita expresar lo que ha sido necesario decir y dejarlo ir.
Dejar ir todo lo que se siente será lo que toca en éste paso. Algunas mujeres se aferran al dolor porque no conocen otra forma de vida, o lo más triste porque creen que se lo merecen. Es cierto que cuando dejamos ir el pasado, se va una parte de nosotros, pero lo que realmente suele estar detrás de no dejar ir es la tremenda responsabilidad que nos queda. Me explico, cuando nos enfrentamos a una pérdida, termina algo tal y como lo conocemos para comenzar algo que aún no sabemos qué es, lo que suele traernos un estado de incertidumbre, por más auspicioso que sea el futuro, es desconocido y por lo tanto visto así es pasar de un miedo conocido (la Herida del pasado) a un miedo futuro (qué voy a ser y hacer sin mi herida). Suena poco lógico, lo sé, pero recordemos que “el Alma tiene formas que la razón desconoce”.
Fluir es soltarnos al presente, abrazando fuertemente la vida del ahora, lo que paso nos paso, pero ya pasó. El hoy, nos lleva a darnos cuenta de ¿cómo lo sigo viviendo?, ¿cómo lo recreo?, ¿cómo me sigo hiriendo?, ¿cómo sigo permitiendo que me hieran? Quizá en el pasado no supe, no pude, no quise, no tuve opción,  no lo intente o ni siquiera sabía cómo no herirme o que me hirieran. Pero hoy puedo hacerme responsable, esto es amarme lo suficiente para tomar fortaleza interna para no seguir hiriéndome ni permitir que me hieran. Ya puedo hacerme cargo de mi y de mi autocuidado, esto es; si no sé averiguo, si no puedo busco quién sí o por lo menos lo intento,  puedo evaluar y tomar decisiones y si aún no, busco quién me ayude a ver mi conveniencia , tengo más opciones y herramientas que en el pasado y si no, las busco, las aprendo, las tomo prestadas, las creo o las invento, ya no hay forma, por mucho que estemos acompañadas y protegidas por personas que nos quieran, la vida se vive en solo y sólo nos pertenece a nosotras, nadie más puede ni tiene porque hacerse cargo.

Paso IV: Zurza
Zurcir se refiere a coser lo que se ha roto o rasgado juntando los pedazos.
Lo que toca ahora es aprender a zurcir, por que como bien reza la sabiduría popular, no es igual a coser, las mujeres saben que cuando uno zurce algo, siempre queda una huella que muestra la diferencia entre el antes y el ahora.
Tendremos que comenzar la labor, como decían las abuelas, lo antes posible. Habrá que juntar nuestros pedazos, los que ahora sabemos nuestro, lo auténtico que fue desgarrado y que queda después de hablar, fluir y drenar. Ahora quizá tengamos que cortar un poco más para darle forma a lo que se ha roto, habrá que tomar retazos de otras telas o adquirir nuevas que se le parezcan mucho, pero que sean nuevas y de calidad, hilo resistente y aguja.
Por poner un ejemplo, tomemos la tela que queremos zurcir -ya puedes reconocer a la mujer alegre, innovadora y comprometida que hay en ti-, cortamos lo que sigue dañando o simplemente ya sobra -tienes el mal hábito de ser demasiado indulgente contigo misma y no puedes ser constante con lo que deseas hacer-, para ello primero tomamos tela nueva que le convine es decir un nuevo hábito que te ayude a sanar o que te traiga una buena medicina para tu corazón -cantar para expresar tu alegría, meditar y/o caminar todos los días para activar tu energía y romper la indulgencia, dedicarle una hora a hacer arte una vez a la semana para cultivar tu parte innovadora- Una vez con estos materiales, hay que tomar la aguja de la creatividad y el hilo de la disciplina (constancia y orden) y simplemente  comenzar  ¡no se puede aprender a nadar desde la orilla de la alberca!
Así es que hazlo, agrega un pedacito de tela nueva, crea y en poco tiempo tendrás un gran tapiz de vida nueva, divertida y emocionante, que te permitirá sentirte nueva y orgullosa de portar con dignidad sus costuras.

Paso V: Ingrese al “Clan de la Cicatriz”
Algunas mujeres esperan que algo cambie y como nada lo hace, cambian ellas.      André Lorde
Cuando comenzamos el camino de la sanación, nos sentimos profundamente perdidas y solas.  Sin embargo, cuando lo recorremos, nos damos cuenta de que nunca estuvimos solas y ciertamente nunca nos perdimos. El laberinto nos enredó, pero el mapa siempre estuvo en nuestro interior. La intuición, el coraje, la entrega y el instinto de sobrevivencia que en un principio nos ayudaron a esconder la vulnerabilidad de la Herida, nos conducen a su sanación y al vivir una vida plena. Disfrutable y sobre todo compartida.  Me atrevería a decir que en una sociedad y un mundo dónde lo femenino ha sido tan herido, son muy pocas las mujeres que no llevan ninguna cicatriz en su corazón. Somos más las que sobrevivimos a más de una herida y afortunadas las que logramos portar nuestras cicatrices y dar testimonio de que vale la pena emprender el camino de sanar. Si nos damos cuenta, nunca estamos solas, pertenecemos como lo dice Clarissa Pinkola (otra Mujer Herida y ahora sanada que escribe maravillas que sanan) al Clan de la Cicatriz.  No importa que religión, condición social, educación, edad, imagen física, cultura o familia tengamos, TODAS pertenecemos a éste clan, debemos recordar que nuestras cicatrices nos hermanan, nos solidarizan y nos comprometen a alentar a otras hermanas que aún no se dan cuenta que están Heridas o están en el camino de sanar, o a hombres que llevan una Mujer Herida en su interior, o a la sociedad misma que hiere a sus mujeres o a la Madre Tierra,  a que busquen la medicina que les permitirá sanar para ingresar a éste clan, en donde TODAS somos UNA.